Presentación:
Hace unos años, mientras paseaba por el centro de Concepción, me topé con un anuncio en la calle, en el cual cierta persona ofrecía sus servicios como “tarólogo”. Luego de casi 15 años estudiando el tarot no pude evitar que mi curiosidad se volviera desagrado, pues desafortunadamente he visto cómo este vago término ha sido expandido y fomentado por una corriente ocultista que asegura poseer no sólo el verdadero significado del tarot, sino además la única bajara original.
De acuerdo a lo que señalan los inventores de esta corriente, la tarología “consiste en una conversación espiritual o terapéutica entre dos personas apoyándose en los arquetipos dibujados que constituyen el Tarot”.
Como profesional del área de la gestión, puedo comprender el objetivo estratégico de aquel nombre tan curioso. O dicho de otro modo, supongo que tarólogo “vende” más que tarotista, pero no logro percibir en primera instancia una lógica en el concepto.
Siempre he sostenido que uno de mis objetivos, tanto en las lecturas como en los talleres, es despojar al tarot de esa envoltura esotérica, que muchos insisten en cuidar por oscuras razones, y precisamente por eso creo que es importante ser respetuoso del lenguaje. Comencemos por eso.
Artes v/s Logías
El sufijo “logia”, como sabemos, proviene del griego, y su significado literal es “tratado o acuerdo”. Así también, la variante “logos” expresa la idea de un discurso que da razón de las cosas . Siendo así podemos entender por qué las distintas ramas de la ciencia (en el concepto contemporáneo de la palabra ciencia) son “logías”.
Para matizar, hay quienes opinan que la psicología está lejos de ser una ciencia, no obstante reconocerán que sus prácticas están asociadas a un estudio sistematizado y más relevante aún, que sin importar la existencia de distintas corrientes de pensamiento, existe consenso entre los profesionales de esta área, respecto de su estudio y práctica.
Estaremos de acuerdo en que las artes también requieren de un estudio sistemático, no obstante hay algo que separa muy claramente las artes de las ciencias y/o “logias”. El arte deja espacio y se nutre de la interpretación. Me refiero no a la forma de entender, sino a la forma de expresar lo entendido, que en inglés o francés seria entonces “performance”. Luego, el tarot es un arte, pues si bien se estudia y se ensaya, el resultado final de su práctica será siempre fruto de la interpretación del tarotista. No he leído a ningún autor que sostenga que lo contrario.
El concepto de Tarología
Un concepto que podría ser interesante de revisar en esta discusión es la “musicología”, ya que la palabra mezcla la noción del arte musical con el sufijo en cuestión. De acuerdo a la RAE la musicología es el “estudio científico de la teoría y de la historia de la música”. Desde esa perspectiva se podría entender a la tarología como el estudio científico-histórico de la práctica de este arte. Quizá sería esperable que revisara la evolución de las barajas y su relación con las culturas y las épocas donde surgieron. Sin embargo, los “tarólogos” no hacen nada de aquello.
Lo que no me satisfizo de la analogía anterior es que la música es un concepto global, no una disciplina en sí. Recordé entonces que hace casi un año comencé a cumplir un anhelo largamente postergado por la ignorancia, el estudio del violín. Siguiendo la línea de razonamiento que hemos llevado hasta ahora un violinólogo seria la persona que sabe qué es un violín, cómo funciona y cómo ha evolucionado, entregando al artista (el violinista) la función de interpretar el instrumento.
Quizá también debamos considerar la posibilidad de que un violinólogo fuese aquella persona que sabe fabricar un violin, cuyo nombre técnico es “lutier”. Análogamente un tarólogo podría ser quien sabe confeccionar una bajara de tarot.
En todo caso, cualquiera sea el campo de la tarología si tal disciplina existe, yo no confiaría mi aprendizaje del tarot a un tarólogo, lo mismo no creo que haya alguien interesado en escuchar al “violinólogo” tocar el instrumento, ni mucho que habría alguien dispuesto a tomar clases con ese experto.
Es extraño entonces que las mismas personas que han acuñado el concepto de tarología coincidan en señalar el tarot como un arte.
Otros desaciertos de la tarología
Los “tarólogos” hacen también alusión al concepto de arquetipo. En otras oportunidades hemos hablado ampliamente del concepto, y de cómo se relaciona con el tarot. Esto tiene que ver con la naturaleza del tarot, pues se trata, según lo entendemos nosotros, y según lo entendió Jung, de un conjunto de imágenes que recogen arquetipos muy frecuentes en el proceso de individuación de cada persona, es decir, cada carta es una alegoría de una vivencia tanto física como espiritual, que se da de manera recurrente y necesaria para madurar.
Esta aseveración de que las imágenes del tarot constituyen arquetipos muestra otra incongruencia de la tarología, pues quizá su dogma más emblemático es el reconocimiento de una única y verdadera baraja, el Tarot de Marsella. De ello nos ocuparemos en otra ocasión.
De los tarólogos también he escuchado y leído frases como “el tarot es un libro abierto” “el tarot es un lenguaje mudo” y otras del estilo, que me dejan el sabor desabrido de un adorno, como la mostacilla repostera. Si bien le dan un aire místico-poético al tarot, poco explican de su verdadera naturaleza. Creo que el deber de los tarotistas actuales es difundir la simpleza de su esencia, que no por eso deja de ser tan rica y tan útil.
Pensamientos Finales
La visión del tarot que espero compartir, es la de una herramienta antiquísima de conocimiento personal basada en el simbolismo presente en el inconsciente colectivo. Si esta visión arquetípica es correcta, el tarot se aprende desde el interior de cada persona. Podemos y debemos ciertamente buscar guía, leer mucho, reflexionar y finalmente dejar que el alma lleve a la mente consciente ese conocimiento arquetípico que todos tenemos dentro.
No nos dejemos confundir, habrá excelentes tarotistas, como habrá algunos muy pobres en su arte, y sin embargo no hay título de tarólogo comprado a algún charlatán de turno que haga a su poseedor más versado que otros en el arte de brindar una interpretación certera, útil, y que, en definitiva nos llegue al alma.